Recuerdo
cuando por primera vez, siendo “junior”, me felicitaron por un buen trabajo. En
grandes despachos este hecho parece que no es habitual, pero lo cierto es que
por aquel entonces el departamento de Procesal era un equipo.
Mi
superior vino con el Socio que gestionaba el expediente en particular y nos
felicitaron a los que habíamos trabajado en ese tema en concreto. Y yo, que me
sentía entre una mezcla de alegría y de recuerdos sobre las múltiples
correcciones en mi escrito.
Trabajaba
con profesionales que tienen premios jurídicos y que llegaban a la oficina antes
que yo y se iban los últimos. Incluso recuerdo el día en el que me llamaron un
domingo y me dijeron que el Jefe también venía.
Esa
palabra, EQUIPO, que ahora está tan de moda incluir en los CV, y
que parece haber perdido su significado.
Me
enseñaron a comprender que el abogado contrario nunca es mi enemigo. Que
siempre le saludase al llegar a Sala, y que si el cliente se mosqueaba, le
explicase que simplemente se trataba de una relación entre compañeros.
Como
recuerdos tengo cientos, también está en mi memoria el día en el que fuimos a
la vista de juicio de una empresa (nuestro cliente) contra un equipo de fútbol.
Da la casualidad de que mi superior era (y supongo que sigue siendo) socio de
dicho equipo. Pues bien, llegamos a Sala, y entre risas le mostró su carnet de
socio al abogado contrario, acompañado de un “soy *******, pero esto es trabajo”.
Agradezco
cada día la buena formación que tuve respecto al trato a compañeros cuya posición era de contrario en un litigio.
Pero en
todas las profesiones hay todo tipo de personas, unas profesionales y otras no,
y he aquí el objetivo de este post.
¡Qué
inocente he sido!
Cuando
decidí abrir el despacho con mi compañera y amiga, con el consecuente traslado
geográfico como ya sabéis, vine con la lección aprendida.
Ante
mi burbuja, fueron muchos compañeros los que me avisaron de que había algún
profesional que dejaba mucho que desear.
Y
la verdad, es que tristemente son múltiples las ocasiones en las que me he topado
con este tipo de personajes en quienes el ego y la falta de humildad ha brillado
por su ausencia.
Hombres
de más de cincuenta que te descalifican con supuestas bromas por ser mujer y
joven. Personas con un CV muy básico que están demasiado pendiente de los
demás. Personas que cada vez que te los cruzas te critican de un compañero.
Personas que ya son bisabuelos y no entienden que enseñar a una nueva
generación no les quita trabajo. Y personas que con dos años de experiencia
vacilan y desprestigian a sus mayores. Personas que te niegan el saludo antes
de entrar a Sala. Personas que, literal y tristemente, mandan a terceros a
averiguar cómo hiciste "x" para intentar copiarte. Personas que son especialistas
y expertos en todas las áreas. Personas que no saben lo que es el secreto
profesional. Personas que aprovechan tu bajón personal para machacar si pueden.
¿En
serio?
Y
luego, están la cantidad de compañeros que mantienen mi esperanza. Esos con los
que me quedaría en mi burbuja. Esos con los que seguramente he cometido algún
fallo, y aun así me dieron otra oportunidad.
Así
que este post se lo dedico, en particular, a ese grupito de abogados en whatsapp
con los que no paro de aprender. Y en general, a esos que llevan treinta años
dedicándose al derecho civil (p.e.) y sin tapujos dicen que no tienen ni idea
de laboral. A esos que colaboran ante la duda de un compañero. A esos que he
enviado un modelo de escrito. A mi compañera. A twitter. A la reciprocidad. Con vosotros me quedo.
No
olvidéis que nuestra profesión es de eterno aprendizaje.
Y
tú, baja los humos.