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Aquellas charlas universitarias sobre salidas profesionales... hicieron mucho daño. Os cuento por qué.
Realmente consistían en que un
abogado que estudió en la misma facultad que tú, te mostrase lo “guay” y “genial”
que es trabajar en un gran despacho como en el que él estaba, donde tus
compañeros se convierten en algo más (¡pero qué me cuentas?! :o ).
Pues sí, ingenua de mí, apareció
mi vena empresarial y corporativista y me lo creí todo. Pero con ganas incluso.
Escuché algún consejo llegado de
la experiencia de personas mayores que yo, que me decían que no me fiara, que en las grandes empresas nadie es amigo de nadie. Gran consejo que no seguí,
aunque la realidad es que de uno o dos siempre te puedes fiar, lo difícil será
averiguar quiénes son ;)
Tiempo después, comenzaron mis:
¡No me lo puedo creer!
* Entrevista con el Jefe de
Recursos Humanos de un gran despacho nacional:
- ¿Tienes pensado tener hijos?
+ (sonrisa falsa) No sé, supongo.
- Ah no, si no pasa nada, yo tengo tres, pero me refiero que tienes que entender que se les quiere mucho, pero ya les verás el fin de semana.
* Entrevista con un abogado asociado
y otro compañero, de un despacho que estaba creciendo a ritmo imparable:
- Una pregunta, si eres de Cádiz,…perdona eh…pero, ¿cómo es que vives en carrer Capità Arenas? (zona alta de la ciudad condal).
+ (perdona?!?!)
Si entré a trabajar en algunos de
esos sitios, me lo reservo para mí.
Trabajaba ya en un despacho cuando
sufrí el hasta entonces, mayor golpe de mi vida. Recuerdo como si fuera ayer
como saqué corriendo el billete de avión que antes me pudiera llevar a mi
destino. Y aquí probablemente me recordé a mí misma, y no a la chica con ojos
ilusionados (y una venda mayor que la de la “justicia” actual) que llegó a la
gran ciudad.
Así fue como el lunes me plante
en el despacho, con mis vaqueros (sí, mis jeans tiene historia) y mis tenis.
Llegué a recepción y no logré soltar palabra al ver a la chica de recepción y a la vez actual amiga.
Entonces me reuní con el Socio de mi Departamento y le dije: "Me voy,
haz conmigo lo que quieras".
Esa frase fue literal. Ni la
crisis, ni el miedo de ser una novata, ni la jerarquía. Sentía que poco a poco volvía a ser yo.
Otras de esas situaciones que
hicieron de mí lo que hoy soy profesionalmente, fue lo que me ocurrió en una
evaluación:
- Estamos muy contentos contigo, pero te pasa al contrario que algunas de tus compañeras, y es que tú tienes capacidad para mucho, por eso te pedimos más y más. ¿Me puedes decir cuántos días has venido a las 6 de la mañana?
* (Creo que por ésta época ya estaba volviendo a ser la de antes, poco a poco). La verdad, que ninguno. Porque sinceramente, no soy persona de levantarme temprano, soy más de trabajar hasta tarde. De hecho en las semanas de “x” expediente me he estado yendo todos los días a las 23h y 00h.
- Vale, pues queremos más. Te vamos a apretar. Queremos verte más dias hasta las 00h.
Y yo que llegaba a mi piso sola,
muchos días sin cenar, y que sólo me daba tiempo a llorar; probablemente por
esa mezcla de tema personal, agobio profesional, desilusión, cansancio, y quién
sabe qué más. O sí.
Sobreviví a una compañera que me
dijo en mi cara y delante de unos jefes que me habían contratado por guapa. Sobreviví a unos personajes varones
que ningún padre querría que trabajaran a menos de mil kilómetros de su hija. Sobreviví a fiestas de empresa
de las que debería haber salido corriendo. Sobreviví a ser anormal por no tener
un Prada que me regalasen con diecisiete años. Y sobreviví, junto a compañeras que
contaba con los dedos, a no ser hija de un gran empresario.
Soporté estar en aquel momento
trágico, y que me llamaran a mí, una novata por aquel entonces, para
preguntarme por un tema de un expediente. Esa llamada no incluyó ni un sólo "¿cómo estás?", a pesar de estar en las 48 horas de espera más eternas que pueden salir de una UCI.
Y entre mil y una situaciones
más, años después, llegó el peor momento de mi vida consecuencia del anterior.
Pero me tocó más madura (a la
fuerza), y en particular, más consciente de que me tocaba ser egoísta.
Ese día, en el que decides ser egoísta,
será el primero en que pienses en tí.
Y lo hice. Porque yo, como mis
clientes, también tengo vida personal. Y porque me merecía posponer un mes una
vista judicial. Y es que en estos temas
los abogados debemos ser lo que muchos han perdido en el camino, COMPAÑEROS.
Y no, no estaba ni estoy de acuerdo con
esa frase que entre risas muchos dicen “los autónomos nunca nos ponemos malos,
jajaja”. No veo la risa por ningún sitio.
Olé tú y tú que miraste por ti mismo,
por tu salud, por tus momentos, por tu familia.
Soy abogada, he visto como los
lugares donde más se deberían cumplir las normas dejan mucho que desear, y como
el Ministerio de “Justicia” se pierde en su propio nombre. En la carrera me
deberían haber dicho que la venda en los ojos no era por su imparcialidad, sino
porque no quiere ni ver lo que está pasando.
Y aunque muy resumido, lo que
quiero deciros es que aspiréis siempre a ser el mejor profesional, pero por
favor, no permitáis que os digan que “es normal” lo que no lo es. Yo una vez
contesté a eso diciendo “será habitual, pero haz el favor de no decirme que es
normal”.
En consecuencia. aquí estoy con mi
nueva vida profesional desde hace ya un tiempo. Libre para escribir un blog,
para ser parte del equipo de profesores redactores de una obra jurídica, y libre para ejercer de la especialidad que
más me apasiona, y en consecuencia, ofrecerte la mejor defensa.
El mejor cimiento de un buen
despacho es la calidad humana.
Próximo post sobre tema jurídico,
lo prometo ;)